martes, 26 de octubre de 2010

Con una mochila a cuestas


Si tomáramos en cuenta para describir a una persona con discapacidad el hecho de que una persona presente uno o más problemas a la hora de realizar una actividad en su vida cotidiana, en el minuto que esta barrera es eliminada pero su condición física es la misma, ¿ya no nos encontramos frente a una persona con discapacidad?

La vida y los pensamientos de cada persona son bastante frágiles e insignificantes en mas de algún modo en nuestra vida cotidiana, es aquí donde muchas veces nos encontramos con incongruencias que nos acompañan como sombras y cosas que no queremos ver o no queremos hacer participes de nuestra vida. Es cierto que cada quien tiene derecho a pensar y sentir, pero esta libertad muchas veces le pisa los talones a la libertad de la persona que se encuentre a mi lado haciendo notoria los cambios que pueden haber entre nuestras vidas, eso que llamamos individualidad que no sabemos como respetar.

La discapacidad en nuestro país va mucho mas allá de ser un problema físico o mental que una persona pueda llegar a tener, es más bien una mochila con la cual debemos cargar como ciudadanos no pensando en la persona que pueda llegar a tener algo que afecte su desempeño, si no mas bien pensando en que la discapacidad tiene un foco de expansión mayoritariamente en nuestros propios ojos y en los ojos de la ciudad en que vivimos. ¿Acaso si la idea es avanzar, importa si lo hago sobre ruedas o sobre pies? Si las calles fueran aptas para que una persona se desplazara en silla de ruedas, no existiría mayor diferencia en la manera de seguir adelante, pero muchas veces las estructuras no cuentan con medios necesarios, por lo cual podrían considerarse como discapacitadas para recibir a alguien que no se desplace con sus pies. Aquí es donde surge la diferencia y nos damos cuenta de que una persona no es capaz de realizar la actividad que hacemos, por lo cual decidimos pensar que lo que afecta realmente es una característica propia de ella, en lugar de pensar en que si las condiciones del entorno fueran diferentes, también lo sería esta situación.

Como un poco de empatía no le hace mal a nadie, decidí comenzar a ponerme en los zapatos de una de estas personas y comencé a realizar actividades que suelo hacer, solo que de una manera diferente, para ver como impacta sobre ella el medio ambiente físico y otros aspectos necesarios para entender un poco la vida que llevan algunas personas.

Luego de realizar algunas actividades me quedé con una para este análisis que fue ducharme con la mano izquierda. Lo primero que se me vino a la cabeza a partir de esta actividad, es la poca conciencia que tenemos como sociedad sobre todas las cosas que hacemos sin darnos cuenta y que pasan desapercibidas en el día a día.

En una conversación común conceptos como Actividades de la Vida Diaria y Actividades instrumentales de la vida diaria no suelen aparecer y no se tiene un conocimiento, o no por lo menos a cabalidad de este. Las primeras nos indican actividades necesarias para vivir en un mundo social, que nos permiten la supervivencia básica y bienestar de cada persona (Christiansen y Hammecker, 2001). Entre ellas encontramos algunas como baño y ducha, alimentación, vestuario, entre otras. Las segundas (AIVD) están consideradas como apoyo a la vida cotidiana en el hogar y la comunidad, estás pueden o no requerir interacciones así como también pueden ser delegadas a otro. Entre ellas tenemos cuidado de mascotas, de niños y de otros, manejo de la comunicación, práctica religiosa, etc.

Estos conceptos sí toman una importancia mayor cuando tenemos una dificultad adicional para realizar una actividad y cuando la ejecución de esta no se vuelve tan obvia.

En el caso de la actividad que yo realicé lo que primero me pasó fue que no dimensioné las dificultades que podía tener, primero en agotamiento físico ya que la mano izquierda era que tenía que realizar todo “sola” y muchas veces el masaje del pelo con el shampoo se volvía un tanto cansador. También tuve que solucionar un par de inconvenientes surgidos en el camino, como por ejemplo cómo apretar el shampoo y poner la mano al mismo tiempo. Para esto decidí abrirlo, ponerlo alrevés y apretarlo con el mentón al mismo tiempo que ponía la mano debajo, para dosificar la cantidad que me echaba a la cabeza y no desperdiciar nada. El verdadero problema surgió cuando tuve que echarme bálsamo, actividad que finalmente no realicé, ya que mi bálsamo no es en botella, si no que es en un recipiente redondo con una tapa que se gira. Es por esto que por mas que lo intenté no conseguí abrirlo teniendo que sufrir las consecuencias luego, mientras me desenredaba el pelo con mi mano izquierda aún, no sin sentir un poco de frustración por mi pequeño fracaso.

Es impresionante cómo una persona que tiene una necesidad puede desarrollar habilidades que nosotros ni pensamos y puede solucionar problemas que surgen en el camino, problemas un tanto básicos para otros (jamás me había puesto a pensar de cuantas maneras podía abrir mi bálsamo en el caso de necesitar hacerlo de otra forma) pero complejos para algunos.

La actividad no pasó al olvido y con el pelo un tanto enredado por la experiencia anterior me dispuse a realizarla nuevamente, está vez decidida a lograr completar cada uno de los pasos que mi actividad requería para tener éxito. Una vez lograda gran parte de la actividad me dispuse a pensar en como abrir este recipiente, mientras mi mano izquierda expectante se mantenía al lado para realizar su intervención. Finalmente, se me cayó el recipiente, lo que pude considerar beneficioso, porque al verlo junto a mis pies decidí apretarlos junto a él y abrirlo con mi mano izquierda, un tanto cansada pero a la espera de poder realizar la actividad completa.



Esta vivencia me hizo darme cuenta no sólo de las dificultades que día a día una persona con discapacidad debe sortear, si no que también nosotros tomamos como obvias muchas cosas que no lo son y ante la menor dificultad “tiramos la esponja” y decidimos que es mejor no realizar nada antes que fracasar. Esta es una visión que acompaña a muchos y que día a día me hace pensar en que cada persona no sólo debe estar infinitamente agradecido por lo que le ha tocado, si no que también debe tener una conciencia clara de que la perseverancia es importante si de una u otra forma queremos alcanzar los sueños que la vida nos propone.

No sería mala idea, pero sí un poco utópica que la persona que tuviese la oportunidad de realizar alguna actividad como esta lo hiciera, ya que sería importante cultivar el valor de la empatía como propio de nuestra sociedad y poder tener un poco mas de conciencia que una persona con discapacidad puede realizar muchísimas cosas si se lo propone y de las maneras mas increíbles, lo que no puede hacer es dirigir esa fuerza interior que tiene cada uno de ellos hacia las personas que cargan esta mochila de la indiferencia a cuestas donde la discapacidad está puesta. Es trabajo de todos tomar esta mochila que no nos deja ver las cosas con claridad y lanzarla lejos, para que cada uno de nosotros pueda apreciar el esfuerzo, la dedicación, la perseverancia y la tolerancia al error de los muchos que a lo mejor realizan las cosas de distinta manera a nosotros, que a lo mejor deben abrir su bálsamo con los pies, pero tienen la suerte de no llevar esa mochila a cuestas.

3 comentarios:

  1. Muy interesante tu publicacion, me fue de gran ayuda

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  2. Tere me encantó, te felicito, ojalá sigas escribiendo más.

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  3. Teresita, que buen trabajo, y apropiado para comentarte, a tí y a tus compañeras co-autoras del blog, lo aportador de incorporar imágenes en la publicación, no sólo estéticamente, sino para apoyar la reflexión, el título sugerente y buena imagen de la mochila, y la metáfora de la bandera blanca buenísima. :)
    Felicitaciones.
    Claudia W.

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